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Actualidad: vuelven los 2000s

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Vuelve el estampado militar, el tiro bajo y los bolsillos por todos lados. Vuelven los 2000s Bonus track: homenaje a La Isla de las Tentaciones y análisis de Dune II. Leyes de suelo mejor engrasadas, vuelta al macroproyecto como horizonte de realización regional, mordidas, comisiones y otras innovaciones político-empresariales de la boyante economía española. Otra vez polarización para comer y consenso para cenar sobre las cosas importantes. Otra vez bipartidismo del y tú más. Quizá es optimista llamar a esto restauración, por lo que presupone acerca de la solidez de lo restaurado y de la estabilidad del presente. Revival es, en cambio, un uso extemporáneo y con conciencia de un elemento de otro tiempo, que se hace jugar de forma coyuntural en una composición abigarrada junto a otros elementos. La actualidad nos manda señales de que esto ya se llevó y acabamos hartos. Hasta que las izquierdas del PSOE no reconcilien sus dos almas y con la excepción de algunas posiciones inexpugnables de Vox, el bipartidismo lo abarca todo. Tiene sus perfiles polarizadores en los flancos y sus perfiles centristas en la cúspide porque puede permitirse el todo incluido y porque, en esta fase del bipartidismo, la polarización es la superficie conocida del consenso básico en que no puede pasar otra cosa. Signo de revival es la economía del macroproyecto, icono del clímax de nuestro ciclo inmobiliario donde se pelean los puntos del maillot de la montaña por resucitar terrenos condenados e itinerarios turísticos de antiguas temporadas bajas. El macroproyecto es, como el shock de una pandemia, la época dorada en la que se forjan las historias de esos paladines del yo te lo arreglo que serán, en las ruedas de prensa del futuro, esa personas de la que usted me habla. El macroproyecto es hoy un motivo para convocar elecciones, por ejemplo en Cataluña. Los episodios de poderes del Estado pegándose de leches con internet para mayor gloria de la propiedad (intelectual), derecho must de las democracias liberales, no están tampoco tan lejos de las escaramuzas de la ley Sinde. Sin embargo, y contra todos los chistes que se pueden hacer sobre el episodio Telegram y la reactivación de las comunidades de aprendizaje sobre proxies, las autoridades conocen mucho mejor el terreno que pisan. Que, además, el grueso de esta guerra se esté librando en el frente del fútbol, espacio de politización atípica de masas, las debe hacer mucho más responsables de no alimentar marcos como el de censura y otras nostalgias del ya no se puede hacer nada. Y signo definitivo del revival es ver asomar la patita a la austeridad en cuanto se viene las primeras curvas. El semestre de presidencia española de la UE se cerró con un “compromiso fiscal” que se hará carne en 2025 pero que empieza a cerrar el grifo del neoliberalismo progresista abierto en 2018 y ampliado en la pandemia. La ausencia de mayor duelo por los presupuestos de 2024 es coherente también con esa condición. Sin embargo, si hay algo distintivo del momento, que hace inviable cerrar el ciclo en los términos plácidos de la restauración, es la ruptura de la “paz” comercial globalista y su sustitución por una competencia de bloques explícitamente bélica. En las últimas semanas, las principales cabeceras progresistas han buscado divulgar entre la opinión pública española, esa planta de interior, la naturalidad de la guerra y de la reindustrialización armamentística europea. La combinación de ese esfuerzo de guerra con el horizonte de austeridad puede producir monstruos, como recordaba Manel Pérez, adjunto a la dirección de La Vanguardia, hace 15 días, cuando señalaba el ejemplo de la socialdemócrata Mette Frederksen, prime danesa, que recorta en bienestar y estira impuestos para honrar la factura militar (https://www.lavanguardia.com/economia/20240310/9548225/tambores-guerra-austeridad.html). Esto también sería un revival de algo, mucho menos presentable aún.
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